07 septiembre 2015

LUNA DE MIEL. TERCERA PARADA: LOS ANGELES (DEL 20/07 AL 23/07). LLEGADA A L.A.

Madrugamos y tiramos para el aeropuerto en el shuttle que teníamos previamente contratado. Tras la tortura del pesaje y facturación del equipaje (y el pago de los 50 dólares famosos, 25 dólares por maleta) tomamos el vuelo a Los Ángeles.

Los Ángeles es una ciudad enooorme. Tardamos algo más de treinta minutos desde el aeropuerto hasta la llegada a nuestro hotel: El Millenium Biltmore. Si bien tiene 4 estrellas y, aparentemente, la entrada y las zonas comunes son muy barrocas y recargadas, las habitaciones son más bien normalitas y, problema importante: el wifi no es gratis. Te clavan 10 dólares por día. Lo único que tiene, a mi parecer, en positivo el hotel es su ubicación, que está a menos de 10 minutos de una estación de metro. El personal no fue especialmente simpático con nosotros así que poco más puedo comentar que sea positivo o agradable.

Llegamos casi a mediodía, así que, hasta que nos prepararon la habitación hicimos tiempo dando una vuelta por el Down Town (el centro de Los Ángeles). Almorzamos algo ligero en una cafetería cercana al hotel y volvimos a descansar un rato y a echar un vistazo a los mapas para organizarnos un poco.



Aprovechamos la cercanía a la estación de metro para pillar la línea que conducía directamente al Paseo de la Fama. Habíamos pensado dar una vuelta y, al anochecer, cenar por allí antes de retornar al hotel. El trayecto en metro en esa línea cuesta 1,75 dólares por persona así que probamos a ver cuál era el ambiente.

Reconozco que, de no haber ido con Juan Carlos, yo sola quizás no hubiera cogido el metro. Ni sola ni con una amiga. Hay gente de todo tipo pero también hay mucha gente rara. El ambiente que se respira en el metro de Los Ángeles no te da tranquilidad precisamente.

Nos bajamos en pleno centro del Paseo de la Fama (Walk of Fame). Dimos una vuelta cotilleamos un poco. Sacamos algunas fotos.




Decidimos ir a cenar a un mexicano. Estaba muy bien y servían unas margaritas enormes (nada tenían que envidiar a las margaritas de Las Vegas). La comida estaba bastante bien. Hubo algo que no entendimos y es que nos pidieron el carné de identidad al entrar al sitio y, además, cuando pedimos, nos pidieron una tarjeta de crédito que guardaron en una taquilla hasta que terminamos de comer. Supongo que es algo que hacen con todos, no sólo turistas. Tenía pinta de que estaban cansados de aguantar a la gente caradura que va, come, bebe y luego se hace "sin pa" de campeonato. No le dimos mayor importancia. Por supuesto, revisé los cargos en la tarjeta de crédito y no pasó nada anormal.



Volvimos en metro al hotel, no sin poner ojos a todos lados. Al día siguiente nos tocaba hacer el tour completo en bus y ver y visitar los lugares más emblemáticos de Hollywood y Beverly Hills. Habíamos llegado a la meca del cine.

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